El pescado en la sartén


“Una niña vio a su mamá que cortaba la cabeza de un pescado y luego la cola, y lo metía dentro de un sartén con aceite caliente, para freírlo. La niña le pregunta a su mamá que para qué les corta esas dos partes, su madre lo piensa un momento y le dice: no lo sé, así me lo enseñó tu abuela; ve y pregúntale a ella por qué lo hacía así y luego me dices.  La niña va entonces con la abuela y le pregunta el motivo de tal acción y la abuela se le queda viendo y le dice: no lo sé, así vi que lo hacía mi mamá y así lo aprendí, pero ve a preguntarle a ella el por qué.  Va entonces la niña con su bisabuela y le hace la pregunta, la bisabuela se le queda viendo y le dice: no sé por qué tu abuelita y tu mamá lo hacen, pero yo lo hacía porque tenía un sartén muy pequeño y no cabía completo el pescado, por eso tenía que cortarle la cabeza y la cola.”

¿Cuántas veces nos encontramos haciendo o diciendo cosas sin saber porqué? ¿O dando respuestas inconscientes a preguntas típicas o habituales? En muchas ocasiones, casi automáticamente, nos encontramos haciendo afirmaciones sobre cuestiones que al estar socialmente aceptadas y al ser expresadas por el común de la gente, no sabemos con claridad el por qué ni el para qué decimos lo que decimos o hacemos lo que hacemos.

Para explicar el punto al que quiero llegar, me gustaría hacer referencia a un video que trata sobre un experimento social en el cual demuestra como las personas muchas veces no cuestionamos ni reflexionamos sobre aquellas cosas que están socialmente aceptadas; sino que las incorporamos con el único fin de pertenecer.

Un ejemplo muy claro es cuando nos preguntan ¿qué queremos para nuestra vida? Las respuestas más comunes podrían ser las siguientes: Una casa propia, un auto, una familia feliz, viajar por el mundo, un trabajo estable. Ahora, ¿Por qué eso y no algo distinto? Para esta última pregunta la respuesta es “porque sí”. Esto es un simple ejemplo, de cómo los condicionantes sociales repercuten en nuestra forma de vivir y ver nuestra misión en la vida. Socialmente, este conjunto de cosas es lo que se entiende por “felicidad”, objetivos que buscamos durante años sin saber bien porqué o sin siquiera preguntarnos si eso es realmente lo que queremos.

A mí me resulta interesante llevarlo al escenario de las organizaciones. Estas cuestiones no evidencian otra cosa que falta de pensamiento crítico, de reflexión y de cuestionamiento. Las personas, la mayor parte del tiempo, estamos en automático, haciendo cosas porque sí. Una organización, en la cual sus integrantes se comportan de ésta forma, pierde su capacidad de aprendizaje e innovación. En la vorágine del día a día, con las obligaciones, los papeles y documentos, las órdenes y normas, nuestro comportamiento se automatiza como forma de sobrevivir a estas cuestiones, he incluso arrastramos costumbres que ya no se justifican con la nueva realidad. Todo el tiempo estamos desarrollando rutinas defensivas que nos llevan a reaccionar inconscientemente con el único fin de protegernos, ya sea para conservar el trabajo, mantener las apariencias, para pertenecer.

Seguramente, si hubiera más “niñas” como la de la historia en las organizaciones, que no se conforman, sino que indaga y se cuestiona; se haría una gran diferencia.

Una respuesta a “El pescado en la sartén

  1. Antonella, muy claro tu post y muy cierto.
    En las organizaciones muchas veces también lo que ocurre es que los circuitos del negocio o el negocio en si no son del todo entendidos por los integrantes actuales ya que los mismos se crearon mucho tiempo atrás. Esto se ve por ejemplo con los software que se utilizan, donde los usuarios suelen tildar opciones porque así se lo enseñaron pero en verdad no sabe que es lo que esa tilde significa dentro del negocio.

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